domingo, 6 de marzo de 2011

Capítulo 15. La pesadilla de Dániel: Dániel el Breve.

Con todo este panorama, Dániel no podía conciliar bien el sueño. Y cuando lo hacía solía tener una contumaz pesadilla. La noche previa al primer envite de la Justa Electoral Dániel estaba muy nervioso  y tampoco podía dormir. Cuando al final lo consiguió, le vino otra vez esa maldita pesadilla.
En ella se pasaba muy rápidamente por todo su mandato como Rey. Desde el comienzo de la anterior Justa Electoral, donde supo engañar a tanta gente presentándose como un lobo con piel de cordero. O mejor dicho, como Hombre Puro con gabán de Bárbaro y pantalones de artista (ya entonces despreciaba tanto a los Jurisconsultos que ni se preocupó de dar ninguna imagen positiva a estos linajes).  De cómo gracias a la traición de los Prohombre Bárbaros para con Joe Torre Blanca se quedó en el torneo definitivo frente a Lucien Duplo, pero con las huestes de Joe apoyándole. De cómo ganó en el último minuto con el último voto (“Ahhh, que bien saben las victorias pírricas en el último minuto”, se decía en sueños).
Como si de una película se tratara, todo pasaba por su cabeza, sus éxitos (la moda boloñesa, los reconocimientos, la nueva pirámide, perdón, el nuevo CampusFour, Chionvión,…). Cómo había sometido a los barbaros (“Qué fácil había sido, con lo orgullosos que presumían ser, bastaba un pequeño óbolo para que comieran de su mano”), humillado a Jurisconsultos y Artistas,… También recordaba sus amargas derrotas, pero al final, ahí estaba él gobernando Carloszree desde el salón del reino, con el universo a sus pies.
Y llegaba la nueva Justa Electroal, la definitiva. Llegaba el día de la votación y todo parecía que iba bien. Se acercó a una mesa de recuento y tuvo el primer mal presagio: una puñetera precaria de origen jurisconsulto le ordenó que se retirara de allí, que él, el Rey, no tenía derecho a presionar su labor de conteo. Tuvo que esperar a distancia el resultado. Y entonces llegaba la parte peor de la pesadilla: unos sirvientes, con unas escaleras subían al frontal del edificio donde se encontraba el salón del reino y retirabanl el gran cartel que decía: Daniel I, el Grande, y por detrás del cartel podía leerse: Dániel I, el Breve.
(CONTINUARÁ)

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