En los últimos
meses, el Reino de Carloszree se había convertido definitivamente en el
“Cortijo de Pena”. La pantomima de la excelencia ya no convencía a nadie e incluso
el mismo Dániel había abandonado la liturgia Hirscheriana. Ya no había rezos ni
canticos públicos en loor de Hirsch; ya nadie se postraba de hinojos cada vez
que se invocaba el Giersí con devoción. Hubo unos años donde parte del pueblo
quedó subyugado con el nuevo culto, pero diversos acontecimientos llevaron a
que la careta del rey cayera y ya nadie creyera en semejante farsa. Los
nombramientos de los nuevos ministros y viceministros ya dieron alguna pista.
¿Cómo iban a ser garantes de excelencia algunas de las reses elegidas? Alguno
encargado de temas de pesquisa ni siquiera puede participar en concursos de
acceso de su propia casta por no tener suficientes gallifantes. Los llamados
premios de excelencia del Consejo Externo Asesor del Reino (el que pastorea la
ínclita Cilantra, a mitad de camino entre docente y discente) año tras año se
envolvían en el insoportable tufo del amiguismo y el premio a estómagos más que
agradecidos (y cada año se generaban más agravios comparativos de difícil
sostenimiento). Todas las decisiones que se tomaban en el ámbito de los aprendices
iban siempre encaminadas a premiar, no
al mejor o más capacitado, sino al más amigo, aunque solo fuera por castigar al
supuesto enemigo. Solo existía la cultura de los Hombres Puros y ya nadie
cercano al poder se molestaba en disimularlo.
La servidumbre cayó en manos de los más fieles fanáticos de Dániel, siendo que
todo aquel que mostrara alguna pública discrepancia era condenado al destierro
o al ostracismo. Los Reinos de Excelencia internacional murieron con más pena
de gloria y ya nada quedaba del relumbrón de antaño. Carlosfour seguía
inoperante después de muchas lunas y sin perspectivas de servir para algo últil
al Reino. Todo había sido oropel.
El rey pasaba más
tiempo fuera del Reino que dentro. En sus numerosos viajes acometía diversas
actividades que ni siquiera sus más próximos (entre ellos Despuntado) conocían.
Dicen que incluso le dio por la caza mayor, de diversos tipos de piezas. A
falta de un pastor que guiara sus pasos, los fieles del rey, ministros y
vicemisnistros campaban por el reino a sus anchas, considerando el derecho de
pernada un derecho propio por prolongación del que creía tener el Rey. Una
característica de casi todos los ministros es que se habían mimetizado con las
maneras toscas y poco sociales del Rey, empleándose con rudeza con sus
inferiores, mostrando ramalazos dictatoriales, no admitiendo ningún tipo de
crítica y desde luego, haciendo de su capa un sayo. A falta de una cabeza
supuestamente pensante por encima de ellos, a veces se atacaban entre sí, algo
que parecía impensable en el primer periodo de Dániel. Es como si los pequeños
velocirraptores la emprendieran a dentelladas entre sí cuando la mamá salía
fuera del nido. La desconfianza cundió incluso entre los más próximos a Dániel,
aquellos que antaño eran su guardia de Corps. Incluyendo la almendra del poder:
Despuntado, Walthari, Amanuense, Wallander,… Chorches había abandonado el Reino
gracias a la influencia del Rey y Pseudonwtoniano, desencantado por no haber
sido nombrado ministro, reptaba dando
dentelladas buceando entre todo aquello que se movía por Lega.
Ante este
desolador panorama, los habitantes de Carloszree habían empezado a dividirse en
tres grandes grupos. Los ilusos que aun creían en un gran proyecto de
Excelencia. Estos seguían idolatrando a Dániel y seguían rezándole a Hirsch.
Eran los “Creyentes”. Los que nunca creyeron en el mantra de la excelencia,
pero que se subieron a ese carro porque Dániel les dio prebendas en forma de
condados o regalías. A estos les interesaba seguir en el prurito, entre otras
cosas porque las dádivas reales seguían siendo altas. Eran los “Secuaces”. Y
estaba el resto. Muchos creyeron, y otros nunca lo hicieron, pero tienen en
común el desencanto total por el Reino. Se mueven lastimosamente por el Reino y
cada día les cuesta más sobrevivir. Nadie cuenta ya con ellos, pese a que son
la mayoría silenciosa. Son los “amortizados”. Carloszree se había convertido en
un cortijo de señoritos.
(CONTINUARÁ)