sábado, 16 de junio de 2012

Capítulo 56: El Cortijo de Pena


En los últimos meses, el Reino de Carloszree se había convertido definitivamente en el “Cortijo de Pena”. La pantomima de la excelencia ya no convencía a nadie e incluso el mismo Dániel había abandonado la liturgia Hirscheriana. Ya no había rezos ni canticos públicos en loor de Hirsch; ya nadie se postraba de hinojos cada vez que se invocaba el Giersí con devoción. Hubo unos años donde parte del pueblo quedó subyugado con el nuevo culto, pero diversos acontecimientos llevaron a que la careta del rey cayera y ya nadie creyera en semejante farsa. Los nombramientos de los nuevos ministros y viceministros ya dieron alguna pista. ¿Cómo iban a ser garantes de excelencia algunas de las reses elegidas? Alguno encargado de temas de pesquisa ni siquiera puede participar en concursos de acceso de su propia casta por no tener suficientes gallifantes. Los llamados premios de excelencia del Consejo Externo Asesor del Reino (el que pastorea la ínclita Cilantra, a mitad de camino entre docente y discente) año tras año se envolvían en el insoportable tufo del amiguismo y el premio a estómagos más que agradecidos (y cada año se generaban más agravios comparativos de difícil sostenimiento). Todas las decisiones que se tomaban en el ámbito de los aprendices iban siempre encaminadas  a premiar, no al mejor o más capacitado, sino al más amigo, aunque solo fuera por castigar al supuesto enemigo. Solo existía la cultura de los Hombres Puros y ya nadie cercano al poder  se molestaba en disimularlo. La servidumbre cayó en manos de los más fieles fanáticos de Dániel, siendo que todo aquel que mostrara alguna pública discrepancia era condenado al destierro o al ostracismo. Los Reinos de Excelencia internacional murieron con más pena de gloria y ya nada quedaba del relumbrón de antaño. Carlosfour seguía inoperante después de muchas lunas y sin perspectivas de servir para algo últil al Reino. Todo había sido oropel.

El rey pasaba más tiempo fuera del Reino que dentro. En sus numerosos viajes acometía diversas actividades que ni siquiera sus más próximos (entre ellos Despuntado) conocían. Dicen que incluso le dio por la caza mayor, de diversos tipos de piezas. A falta de un pastor que guiara sus pasos, los fieles del rey, ministros y vicemisnistros campaban por el reino a sus anchas, considerando el derecho de pernada un derecho propio por prolongación del que creía tener el Rey. Una característica de casi todos los ministros es que se habían mimetizado con las maneras toscas y poco sociales del Rey, empleándose con rudeza con sus inferiores, mostrando ramalazos dictatoriales, no admitiendo ningún tipo de crítica y desde luego, haciendo de su capa un sayo. A falta de una cabeza supuestamente pensante por encima de ellos, a veces se atacaban entre sí, algo que parecía impensable en el primer periodo de Dániel. Es como si los pequeños velocirraptores la emprendieran a dentelladas entre sí cuando la mamá salía fuera del nido. La desconfianza cundió incluso entre los más próximos a Dániel, aquellos que antaño eran su guardia de Corps. Incluyendo la almendra del poder: Despuntado, Walthari, Amanuense, Wallander,… Chorches había abandonado el Reino gracias a la influencia del Rey y Pseudonwtoniano, desencantado por no haber sido nombrado ministro,  reptaba dando dentelladas buceando entre todo aquello que se movía por Lega. 

Ante este desolador panorama, los habitantes de Carloszree habían empezado a dividirse en tres grandes grupos. Los ilusos que aun creían en un gran proyecto de Excelencia. Estos seguían idolatrando a Dániel y seguían rezándole a Hirsch. Eran los “Creyentes”. Los que nunca creyeron en el mantra de la excelencia, pero que se subieron a ese carro porque Dániel les dio prebendas en forma de condados o regalías. A estos les interesaba seguir en el prurito, entre otras cosas porque las dádivas reales seguían siendo altas. Eran los “Secuaces”. Y estaba el resto. Muchos creyeron, y otros nunca lo hicieron, pero tienen en común el desencanto total por el Reino. Se mueven lastimosamente por el Reino y cada día les cuesta más sobrevivir. Nadie cuenta ya con ellos, pese a que son la mayoría silenciosa. Son los “amortizados”. Carloszree se había convertido en un cortijo de señoritos.

(CONTINUARÁ)