martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 35. De las ordenes columnares tras la victoria de la Bruja.

Desde su atalaya Dániel vivió con inquietud la Justa del Territorio de la Bruja. Muchas cosas podían torcerse si el resultado no era el apropiado. Al final las cosas salieron como él deseaba y eso le espoleó en su afán regulador. "¡Gran victoria la de la Bruja!", pensó Dániel, "eso es una mayoría y no lo mío". 

Su primera disposición desde lo alto de la columna fue:
“A partir de ahora gobernaré desde aquí, donde mi majestad queda en su justa elevación”.

Desde el suelo, se miraban todos de reojo.
“Tostado: ya te estás librando de Al Fayed. El muy estúpido ha puesto en la base de la columna las inscripciones referentes al Almirante Nelson. Que las sustituyan inmediatamente. En la cara norte quiero mi nombre, Dániel I. En la cara sur quiero la oración a Hirsch. En las otras dos caras las inscripciones “Todo por la Excelencia” y “Uno, Grande y Magnífico”.

“Walthari, ya te estás moviendo. Quiero un nuevo modelo boloñés. No quiero revueltas en el populacho. Quiero un traje más flexible, que no moleste en las sisas ni la entrepierna. Y a ver como regulas la capacitación de los aprendices de aprendiz  y los otros discípulos para que sin darse cuenta tengan que recibir menos por el mismo precio, que el reino está en crisis”.
“Pero mi Rey”, trató de protestar Walthari, “y qué pasa con la excelencia, que era el motivo por el cual hicimos ese traje tan sobrio…” y sin terminar la frase, al ver la mirada de Dániel, se fue cabizbaja de su presencia.

“Despuntado”…
“Je, je, ahora desde la solemnidad de la columna me devuelve mi nombre….” pensó el interfecto.

“… estamos en periodos de ajuste. Debemos considerar la modificación del sistema de incentivos al pecunio de Prohombres e Hidalgos”.

“Pero Señor, eso está en el centro de tu estrategia de incentivar la perfección”, le replicó Despuntado.

“Despuntado, estás desfasado, y eso me preocupa. Ya los Hombres Puros Chaicago están empezando aplicar un sistema que distingue entre los HP Premium y los HP Poor, que no es otra cosa que poner de manifiesto que solo unos pocos se pueden considerar auténticamente excelentes. Y lo que es bueno para los Hombres Puros es bueno para la totalidad del Reino”.

“Si, pero…”

“Ni pero ni gaitas, por Hirsch, ¿es que también tú vas a cuestionar mis órdenes? Y vamos a ir cambiando las normas, ¿qué es eso de premiar con varemos distintos para cada casta?... A partir de ahora a todos se medirá con la misma vara, obviamente la nuestra”

Despuntado se retiró también con discrieción.
Dániel quedó mirando al horizonte. A lo lejos, el pueblo, contemplaba la magnificencia de su rey, sin acercarse menos de cinco yardas a la columna (a partir de la última justa, Dániel restauró en el Reino el sistema Imperial de Pesos y Medidas).

Solo quedó allí Alfanje. Tenía noticias que darle.

(CONTINUARÁ)

viernes, 20 de mayo de 2011

Capítulo 34. La columna de Dániel.

Después de unos días dándole vueltas a la cabeza decidió que ya que sus súbditos no acababan de valorarle convenientemente, era él mismo quién debía tomar cartas en ese asunto. Nada más llegar al salón del reino mandó llamar a Mohammed Al Fayed, albañil mayor.

“Si, amo”
“Quiero que construyas una columna entre los parterres de flores de Lemus”

“¿Una columna?”.

“Si, estúpido, una columna”.

“Perdonad mi atrevimiento, pero… , para qué queréis una columna allí”
“¿Cómo osas tratar de averiguar los designios de tu señor!, ¡tú cumple mis órdenes!”

“¿Y qué tipo de columna?”

“¡Por fín una pregunta inteligente!”. “Quiero una columna idéntica a la que levantaron en honor de Nelson en Trafalgar Square, Looondon”. “Bueno, para ser más exactos, quiero que tenga por lo menos un metro más que la de Nelson, no se diga”. “¡Ah!, y no la quiero de granito, sino de mármol, mármol imperial”.

“¿Trafalga escuer?¿London?” pensó Mohammed. “Sordenes, amo” y salió por patas el berberisco.

Mientras se construía la columna de Dániel, el pueblo se impacientaba porque aparentemente no sucedía nada en el Reino, salvo la construcción de la misteriosa columna, aunque Dániel comenzó a hacer limpieza en algunas de las haciendas y comenzó la criba de desafectos entre los responsables.

También se ocupó del gobierno de los estocásticos. Llegado a su fin el mandato de Discrieto, le llamó para comunicarle que el último pétalo de la sagrada flor de Lemus había designado finalmente a Ruaca.

“Pero señor, si aún sigue ausente del Reino en misión estocástica” le susurró Discrieto.

“Da igual, celebra Consejo Estocástico ‘in absentis’, nombráis a Ruaca y te quedas tú al mando hasta que vuelva, total, que más te dá”.

“Si, sire”, y Discrieto se retiró con discrieción, acostumbrado a acatar cualquier orden sin disputa.

La construcción de la columna se estaba retrasando más de lo debido, y Dániel empezaba a impacientarse. “A este Mohammed, en cuanto acabe la columna, le destierro del Reino, y así puedo ocupar su puesto con algún albañil más operativo”. “Va a seguir el mismo camino que el Vislumbrante y Maricere Estepeña, que flaco favor me hicieron en la justa”.

Finalmente la columna estuvo acabada y todos quedaron sorprendidos cuando al llegar una mañana se encontraron a Dániel encaramado a ella.
El primero en verlo fue Alfanje, que era el más madrugador, y preocupado fue a buscar a Despuntado y Walthari, que no daban crédito de lo que estaba sucediendo.  Al poco llegó Tostado.

Ante unos boquiabiertos  súbditos, Dániel pensó “ahora ya puedo esperar tranquilo el desenlace de la Justa en el Reino de la Bruja” e inmediatamente se puso a dar órdenes, desde lo más alto del Reino.

(CONTINUARÁ)