jueves, 24 de febrero de 2011

Capítulo 6. Un día en la vida de Dániel (2ª parte)

 Después de comer, Dániel solía dedicar unos minutos a meditar. Sumido en sus profundas reflexiones de pronto se dio cuenta.  ¡La puerta que cerraba el salón del Reino no era del mismo tono que el resto de la madera del mobiliario!. ¡Incluso era distinto del color del marco de la puerta! No podía dar crédito. “¡Qué vengan los de mantenimiento!” bramó. “¿Cómo es esto posible?” les dijo señalando la puerta. “Señor, se cambió la puerta y no había puertas con el mismo tono”. Pero Dániel cada vez estaba más enfurecido “¡Cómo vamos a exigir la perfección, la excelencia suprema, si en el salón del trono la puerta tiene un color distinto al resto!”. Y a partir de esa misma tarde y durante varias semanas, un equipo de rayos ultravioleta comprado para ese propósito, fue tiñendo la puerta hasta que, al fín, el color era exactamente el mismo que el resto. “Lo bien hecho bien parece”, se dijo a si mismo Dániel, “y no solo hay que ser excelente, hay que parecerlo”. Dániel a veces se desesperaba de cómo él mismo, el Rey supremo, tenía que hacerse cargo de hasta el más mínimo detalle en el camino a la perfección.
Por las tardes siempre dedicaba a repasar el número de citas recibido. Entraba en el Web of Science y ordenaba sus trabajos  por orden descendentes de citas  y también le desesperaba lo lento que crecía su factor H. Y pensar que había bárbaros que le superaban le enfurecía aun más. Recitó unas cuantas jaculatorias a Hirsch y volvió al trabajo.
Si Dániel no tenía ningún acto oficial vespertino aprovechaba para seguir trabajando en el Salón del Reino. Afortunadamente tenía la super-herramienta Universitas XXII adaptada con una configuración especial para poder acceder a la información de forma más sencilla y rápida que el resto de los mortales. “Veamos, paper/doctor, hummm no es un departamento de Hombres puros…; a ver, tesis dirigidas/doctor, cáspita, tampoco; financiación, si, eso, financiación por profesor permanente… ¡pues tampoco me sirve!... joder, no estamos en cabeza en nada. Aquí no hay nada que cuadre.” Y Dániel trataba durante horas de encontrar dónde estaba el fallo en el sistema. “Si los Hombres Puros somos los mejores, ¿cómo es que no tenemos los mejores indicadores?” . Después de muchas sesiones como esta, llegó a la conclusión de que para algo se había inventado la propaganda.
Cuando el sol se estaba poniendo, Dániel decide dar por finalizada la jornada. Hoy no tenía tampoco ningún compromiso para cenar. Subido en su coche oficial, de regreso a su residencia meditó para sí mismo “¡qué sería de Carloszree sin mis desvelos…!”.
(CONTINUARÁ)
Muy pronto el capítulo 7: De la conquista de los bárbaros.

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