viernes, 18 de febrero de 2011

Capítulo 3. De la toma del poder.

Restañados los rasguños derivados de la Justa Electoral, Dániel se dispone a tomar el poder real. Y desde el salón del trono configura la lista de miembros que han de formar parte de su tabla redonda. De los asuntos del Reino, a Dániel le preocupaban especialmente dos: la configuración y financiación de los Clanes del Reino y el desarrollo de los nuevos programas de estudios de acuerdo con el esquema boloñés (moda recién llegada de allende los Pirineos y a la que Dániel encontró altamente interesante). Para ocuparse de los asuntos de los Clanes, Dániel nombró a su fiel escudero Despuntado. Él sabría pastorear bien los clanes de artistas, jurisconsultos o bárbaros, dado que además tenía una gran experiencia al haber realizado funciones similares en un pasado reciente. Pero había que buscar una mano férrea que se ocupara de imponer la moda boloñesa…
Dániel, como muchos Hombres Puros era fiel defensor de la Párida, regla que autobliga a repartir responsabilidades entre varones y hembras, independientemente de su valía profesional, y atendiendo sobre todo a la fidelidad ciega en el líder. Y recordó que en la Justa electoral recibió buenos apoyos de Clanes vinculados a su propio linaje, y especialmente de una Jefa local llamada Walthari, que significa "la que gobierna al pueblo". Ella sabrá imponer la moda boloñesa a todo el reino, les guste o no, voto a Hirsch.
Para el resto de puestos en la tabla redonda fue Dániel nombrando prohombres e hidalgos (y en estricto seguimiento de la Párida, promujeres e hidalgas) fieles a su propia figura y tratando de repartir posible influencia entre los distintos linajes del reino: artistas, algún jurisconsulto, bárbaros,… Entre los asuntos a dirimir por estos miembros de la tabla, estaban los temas de pesquisa (cuyo responsable lo único que tenía que hacer era imponer el paper como instrumento de medida de todo, ¡por Hirsch!), los asuntos internacionales (Chicago, Chicago, Chicago) y hasta nombró un virrey de Colmenalejos.
Al final de cada día de aquéllos históricos tiempos, Dániel, reunido consigo mismo, hacía recapitulación de los grandes avances a los que estaba empezando a conducir a su Reino. Avances que algún día le permitirían dormir tranquilo, cuando todo su pueblo profesara la fé única. Lo único que inquietaba a Dániel era que si al final todos eran excelentes, ¿cómo iba a poder diferenciar a los buenos de los malos?. ¿Quizás por el número de papers de primer cuartil?. ¿Quizás, voto a Hirsch, por el índice H?. Tendría que reflexionar y discutir consigo mismo este tema.
Pronto sus súbditos empezaron a notar el poder de Dániel, que se postraban a su paso. Dániel era implacable con las faltas de respeto, y cuentan que al poco de tomar posesión de su cetro, desterró a Colmenalejos  a un guardián de la puertas que no se levantó  a su paso, escarmiento que sirvió para acrecentar el temor entre sus súbditos. Ni siquiera Despuntado ni Walthari osaron nunca discutir las opiniones del líder, que acostumbraba a finalizar sus alocuciones con un “en el web of science creemos”, a lo que sus interlocutores, prestos, contestaban “publica pro nobis”. A veces, después de alguna situación de júbilo cambiaba la jaculatoria por un “por el paper hacia la excelencia” a lo que sus subditos sencillamente contestaban “amén”. 
Era tal la dedicación de Dániel por la búsqueda de la excelencia de su pueblo, que se dormía cada noche con su cerebro buyendo de listas, cuartiles, índices H, número de autores… de pronto despertaba sudoroso porque tenía la pesadilla de que todos sus papers, los suyos propios, habían pasado de forma misteriosa desde el JCR al Latindex, y eso le obligaba a humillarse en medio de todos los prohombres del linaje de Hombres Puros, que abominaban del Latindex. Durante meses tuvo esta pesadilla. Cuando esto le ocurría, para purificar su mente, entraba en la hoja de Science y mirando fijamente su factor de impacto, dejaba su mente en blanco repitiendo: “excelencia”, “excelencia”, “excelencia”,…
(CONTINUARÁ)

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