Pseudonewtoniano miraba al frente concentrado. El sudor empezaba a caerle por la cara, pero eso no impedía que mantuviera la vista clavada en el infinito. Con un gesto automático aumentó la velocidad de la cinta. A esta nueva velocidad, cuando pasaran cinco minutos es como si hubiera corrido 15 kilómetros. Se movía con fluidez (;-)) sobre la cinta, pero no avanzaba nada, esa era la esencia de su vida. Por eso era Pseudonewtoniano. Sin embargo sobre esa cinta podía imaginar que corría por cualquier sitio. Y además él no era persona para compartir asfalto con nadie y menos con la chusma. Su principal ensoñación es que se movía por encima de todos, mirando desde la altura que se correspondía con alguien como él, esencia de la excelencia bárbara. A falta de pocas semanas para iniciar su periplo sabático, estos momentos sobre la cinta le proporcionaban ese aislamiento cercano a la abstracción, a la reflexión más profunda. Era lo más parecido a la meditación trascendental que podía permitirse.
Sobre esa cinta a veces repasaba su periodo como brazo ejecutor de Walthari en Lega. Al principio tuvo algunos reparos, pero cuando sopesó los beneficios, no dudó un solo instante en convertirse en el azote de casposos y mugrientos. Su aspecto juvenil y su carrera posterior al periodo de aprendizaje en tierras de Chaicago, le confieren un halo hopusino, que pese a ser bárbaro consiguió engañar al Rey. Le costó un par de charlas con el Rey para ganarse su total confianza, cosa que aprovechó hasta extremos impensables en la puesta en marcha de Chionvión. Gracias a Chionvión se ganó favores y lealtades de algunos besahuevos del pueblo bárbaro, y al tiempo se hizo con tal cantidad de créditos boloñeses para su propia casta, que su poder creció y su capacidad para hacer y deshacer destinos se multiplicó siguiendo la ecuación de Arrhenius. Se convirtió en un pequeño Pope, idolatrado por sus seguidores y odiado por sus adversarios. Y Chionvión, la joya de la corona, era suyo. Y gracias a Chionvión pudo poner en su sitio a mucha morralla con pretensiones de Lega.
En la cinta conseguía olvidar ese resquemor interno que guardaba de forma secreta contra Dániel. Si bien era cierto que gracias a su tiempo de viceministro a la sombra de Walthari le había enriquecido inmensamente en créditos y poder, siempre pensó que cuando Dániel fuera reelegido sería ministro. Al frente de un ministerio importante. Sustituyendo a Walthari, o a Wallander, al frente del ministerio de Pesquisa. Pero ahí seguía Wallander al frente de la Pesquisa de Carloszree y a Walthari le había sustituido un sinsal llamado Esquimo cuyo único mérito era un premiecillo de cierta relevancia en el ámbito de la Excelencia. Y para colmo le había ofrecido antes el ministerio a otro pseudobárbaro. ¡Estando él allí disponible! ¿Marqués de Butarque? Eso no es suficiente.
Pero él sabía esperar, intrigar, asediar. Sabría mover sus hilos. Él era un corredor de fondo. En cinta, pero de fondo.
(CONTINUARÁ)