domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 54. Las cuitas de Pseudonewtoniano (por Conan, el Barbaro, en colaboración especial para Carloszree)

Pseudonewtoniano miraba al frente concentrado. El sudor empezaba a caerle por la cara, pero eso no impedía que mantuviera la vista clavada en el infinito. Con un gesto automático aumentó la velocidad de la cinta. A esta nueva velocidad, cuando pasaran cinco minutos es como si hubiera corrido 15 kilómetros. Se movía con fluidez (;-)) sobre la cinta, pero no avanzaba nada, esa era la esencia de su vida. Por eso era Pseudonewtoniano. Sin embargo sobre esa cinta podía imaginar que corría por cualquier sitio. Y además él no era persona para compartir asfalto con nadie y menos con la chusma. Su principal ensoñación es que se movía por encima de todos, mirando desde la altura que se correspondía con alguien como él, esencia de la excelencia bárbara.  A falta de pocas semanas para iniciar su periplo sabático, estos momentos sobre la cinta le proporcionaban ese aislamiento cercano a la abstracción, a la reflexión más profunda. Era lo más parecido a la meditación trascendental que podía permitirse.

Sobre esa cinta a veces repasaba su periodo como brazo ejecutor de Walthari en Lega. Al principio tuvo algunos reparos, pero cuando sopesó los beneficios, no dudó un solo instante en convertirse en el azote de casposos y mugrientos. Su aspecto juvenil y su carrera posterior al periodo de aprendizaje en tierras de Chaicago, le confieren un halo hopusino, que pese a ser bárbaro consiguió engañar al Rey. Le costó un par de charlas con el Rey para ganarse su total confianza, cosa que aprovechó hasta extremos impensables en la puesta en marcha de Chionvión. Gracias a Chionvión se ganó favores y lealtades de algunos besahuevos  del pueblo bárbaro, y al tiempo se hizo con tal cantidad de créditos boloñeses para su propia casta, que su poder creció y su capacidad para hacer y deshacer  destinos se multiplicó siguiendo la ecuación de Arrhenius. Se convirtió en un pequeño Pope, idolatrado por sus seguidores y odiado por sus adversarios. Y Chionvión, la joya de la corona, era suyo. Y gracias a Chionvión pudo poner en su sitio a mucha morralla con pretensiones de Lega.

En la cinta conseguía olvidar ese resquemor interno que guardaba de forma secreta contra Dániel. Si bien era cierto que gracias a su tiempo de viceministro a la sombra de Walthari le había enriquecido inmensamente en créditos y poder, siempre pensó que cuando Dániel fuera reelegido sería ministro. Al frente de un ministerio importante. Sustituyendo a Walthari, o a Wallander, al frente del ministerio de Pesquisa.  Pero ahí seguía Wallander al frente de la Pesquisa de Carloszree y a Walthari le había sustituido un sinsal llamado Esquimo cuyo único mérito era un premiecillo de cierta relevancia en el ámbito de la Excelencia. Y para colmo le había ofrecido antes el ministerio a otro pseudobárbaro. ¡Estando él allí disponible! ¿Marqués de Butarque? Eso no es suficiente.

Pero él sabía esperar, intrigar, asediar. Sabría mover sus hilos. Él era un corredor de fondo. En cinta, pero de fondo.  

(CONTINUARÁ)

viernes, 10 de febrero de 2012

Capítulo 53. La nueva aristrocacia de Carloszree

Las cosas no le iban bien al Rey. El populacho no entendía que las medidas de ajuste que él estaba imponiendo en Carloszree, no era más que fruto del cumplimiento exacto de las leyes generales de Reino de España y de obligatorio cumplimiento en los Reinos menores (por muy excelentes que estos fueran). La Bruja, de quien dependía Carloszrre, había hecho suyas todas la medidas de austeridad y las estaba también aplicando sin descaso en los distintos reinos de aprendices.

El Rey no estaba en su mejor momento. Además de lloverle continuas críticas de la plebe, ni siquiera le permitían disfrutar del bombo y boato de las ocasiones festivas, ya que cientos de perroflautas le abucheaban y gritaban sin tregua cada vez que se le ocurría aparecer en un acto público. La desdicha había llegado al punto de que la mala suerte se estaba cebando en él. Los vientos siberianos que azotaron las tierras de Geta en los últimos días se llevaron por delante la preciada columna sobre la que se había instalado en los últimos meses obligándole a volver a pisar de forma permanente el suelo (¡El, el  Gran Dániel!). Al menos el destino quiso que en esos momentos se encontrara en una importante reunión de la Conferencia de Reyes del Territorio de la Bruja (la CRUJA) y no le pillara en lo alto de la Columna, por lo que pudo salvar el pellejo.
Su fiel Despuntado trataba de animarle, pero de todos lados venían malas noticias. Y además el vulgo, la plebe, la chusma, envalentonada por los actos multitudinarios, ya no se acomplejaba a la hora de insultar a los afectos al régimen.

“Todavía se respeta a los ministros”, le confesó Despuntado, “pero los que ya no lo son, tienen que aguantar muchas insolencias del populacho”.

“Tienes razón, quizás debiéramos tener algún detalle extra para con ellos; no sé, llevo tiempo dándole vueltas a algo…”

Despuntado se echaba a temblar cuando Dániel tenía ideas geniales. A ver por donde salía.
Y Dániel prosiguió:

“Cuando establecimos las dádivas yo siempre pensé que nos servirían para demostrar a la caspa del reino que existe una aristocracia, la de los Hombres Puros, y una corte, la de los excelentes afines a nuestra ideología. Pero resulta que vistos los resultados de las dádivas después de dos convocatorias, resulta que no nos sirven para distinguir a los auténticos excelentes de lo que es morralla. Algunos bárbaros y algún que otros jurisconsulto o artista se nos ha colado en lo más alto del ranking”.
“¿Y qué podemos hacer?”, preguntó tímidamente Despuntado.

“¡Pues lo que han hecho siempre los Reyes!” contestó gritando Dániel. “Nombraré yo directamente mi aristocracia”. “Por supuesto distinguiré entre Duques, Condes y, simplemente Señores o Marqueses, dependiendo del origen, no te vayas a pensar”. Por ejemplo, los Ducados y Condados, están reservados para Hombres Puros.

“¿Y ya has pensado en algo o alguien?”.

“Bueno, por ejemplo, creo que va siendo hora que reconozcamos los servicios prestados a prohombres que lo han dado todo por el Reino. Por ejemplo, Goldado. Estoy pensando en nombrarle Duque de Lonja; y  a Escoming, Conde del Lapso. Farfolla, Marqués de la Broza. Y aunque sea bárbaro, la verdad es que Pseudoneutoniano nos ha prestado un servicio excelente y bárbaro, valga la redundancia. No he podido encontrar mejor transmisor de la doctrina de Hirsch entre esas bestias de Lega mejor que él. Creo que le voy a hacer Marqués de Butarque”.

“Señor”, terció Despuntado, “a PN quizás  le gustaría el detalle de ser Marqués del Lago de Butarque; lo digo por lo del fluido elemento…”.

“Bien pensado, del Lago de Butarque entonces”.

Y con un poco de miedo, Despuntado sugirió: “Y quizás, a los ministros salientes…”
“Buena idea, por lo menos a algunos, por ejemplo, Pilar Bardeem,  Señora del Campo de Tiro y Hena, Marquesa de Pravia”.

“Ya me veo de Duque de Boto”, pensó Despuntado.

CONTINUARÁ

miércoles, 1 de febrero de 2012

Capítulo 52: Las dádivas del Rey

“Señor, ya han sido publicados los resultados de las dádivas” susurró Despuntado al oído del prócer.

“¿Y bien, cómo responde la plebe?” excretó Dániel.


“Pues la cosa va por barrios, como siempre ocurre”.  Pausa. “Creo que se nos ha visto un poco el plumero con las Dádivas a los Hombres Puros”. Comenta Despuntado.


“¿Cómo nadie osa decir nada parecido? Las Dádivas han sido concebidas para premiar la Excelencia que solo poseen “per se” los Hombres Puros, para los que no son Dádivas sin Derechos Intrínsecos. A los demás, se concede la gracia de darles Dádivas… ¿y encima se quejan?” depuso Dániel con cara de pocos amigos.


“Ya, Señor, pero es que las puntuaciones…”.


“¡Las puntuaciones!!!” aulló Dániel con un hilillo de baba saliéndole de la comisura de los labios. “¿Pero no habíamos establecido el baremo para que los Hombres Puros destacaran?”


“Si, Señor” contestó Despuntado, “pero ha resultado que aun así varias castas de Bárbaros han salido mucho mejor con ese baremo”.


“¿Pero no les habíamos ya penalizado con más Gisiers per cápita para hundirles un poco en la lista?”


“Si, Señor, pero aun así destacan por encima de los Hombres Puros”, siguió Despuntado. “Además es un clamor que solo las Dádivas… perdón, los Derechos Intrínsecos de los Hombres Puros han crecido con respecto a la anterior edición, cuando al resto se les ha reducido considerablemente, eso sin contar con que además nos hemos dado más de lo que anunciamos en su día”.


“¡Esto es increíble!, les concedo Dádivas y no hacen más que criticar…”


“Hay más, Señor” Siguió Despuntado.


“¿Cómo que más, qué más quieren!!!!”, dijo Dániel aún más fuera de sí (una vena que bajaba por su cuello parecía a punto de estallarle).


“Algunos se han dado cuenta de nuestros pequeños maquillajes en las puntuaciones de algunos Prohombres destacados que no teniendo todos sus periodos sexenales completos están en el grupo de más Dánieles de Vellon”.


“¡Pero es que son insaciables en sus críticas!”. “Y encima aguantando también las críticas de la Servidumbre que no entiende esto de las Dádivas…” 


“Mi Rey”, siguió Despuntado, “vamos a tener que hacer algo para que calle la chusma”.


“Ya se” dijo Daniel con cara astuta. “Vamos a dar un golpe de efecto, demostrando mi magnanimidad y grandilocuencia para con el vulgo”.
Despuntado miraba con recelo, poniéndose en lo peor. 


Prosiguió Daniel: “Voy a renunciar a mis Dádivas auto concedidas a mí mismo (ya sé que es redundante pero que quede claro que es mi propio peculio), en favor de pequeños estipendios para aprendices sin posibles, por supuesto de Hombres Puros. Eso sí, luego tendremos que pensar como recupero esos Dánieles de Vellón por algún otro lado, ya que el Patrimonio del Rey no puede disminuir”.

“Las gallinas que entran por las que salen”, pensó Despuntado.


(CONTINUARÁ)